Yakarta, holandeses y un gato encerrado 4


La sobrepoblada capital de Indonesia con sus 23 millones de habitantes nos esperaba tras haber cogido 3 vuelos consecutivos. De Puerto Princesa a Manila, de Manila a Singapur y finalmente, de Singapur a Yakarta. Nos esperaba allí Margaret, una chica indonesia a la que conocimos a través de Couchsurfing. Nos prestó su casa con total libertad y flexibilidad. Tanta, que no la conocimos hasta el último día de irnos de Yakarta. Ella andaba un poco ocupada y nos encontramos con 2 couchsurfers más y nosotros en un piso que no era nuestro y sin saber qué cara tenía la dueña. A veces pasan estas cosas!

Por mail nos recomendó los sitios más destacados de la ciudad, y allí fuimos: a Yakartakota. El centro histórico de la enorme metropolis. Cogimos el tren que teníamos justo al lado de la urbanización donde estabamos alojados y nos metimos de lleno en el espíritu indonesio. Volviamos a la India, “tonto el último”.

Palació de la parte holandesa de Yakarta

Palacio en la parte Holandesa de Yakarta

Bajamos para ver el Monumento Nacional y asomarnos a la Mezquita más grande del sudeste asiático. El primero, un recinto enorme con un gran ‘pirulín’ en el medio. Al parecer se hace todo a lo grande. El segundo, un grandísimo complejo que se podía vislumbrar desde la lejanía.

Pirulí o Monumento nacional

Pirulí o monumento nacional

Después de pasear un rato bajo el sol abrasador volvimos a coger el tren dirección Kota. Nos encontramos con el centro histórico y una arquitectura del norte de Europa que desconocíamos que estuviera en este rincón del mundo. Resulta que Indonesia fue colonia Holandesa hasta bien entrado el siglo XX, antes llamada Batavia. Una gran plaza preside el cotarro, con bicis de colores extravagantes, un ayuntamiento y edificios antiguos convertidos en bares, museos y puestos callejeros.

Bicicletas de colores a conjunto con los sombreros

Bicicletas de colores a conjunto con los sombreros

Caminamos un rato largo, perdiéndonos por las calles, pero pronto nos dimos cuenta que daba poco de sí el lugar, así que decidimos volver a la macro urbanización donde nos acogían.

Aquí hay gato encerrado

Al día siguiente ibamos a coger un bus nocturno a Yogyakarta, así que decidimos quedarnos por el barrio y explorarlo un poco. Salimos a desayunar y a la vuelta Roser oyó los maullidos de un gato encerrado. Resultaba que el bicho se encontraba dentro de un coche, en la parte del motor. Estuvimos cerca de 2 horas para intentar sacar al pobre animal. Nos ayudaron los de seguridad y gente que pasaba por la calle, y entre todos, y gracias al gato (palanca de los mecánicos) pudimos situarlo. Finalmente, la dueña del coche bajó para abrir el capó y allí nos encontramos al gatito, de 6 meses máximo, super manchado. Todo el mundo se pensó que era nuestro, así que nos lo subimos al piso de Margaret (la chica indonesia), lo lavamos y resultó que no era gris, sino blanco! Le dimos de comer y beber, y luego él se fue por su lado (intentando volver a meterse en un coche) y nosotros, con el corazón un poco encogido, por el nuestro.

Una de las calles no turísticas de Yakarta

Una de las calles no turísticas de Yakarta

Anécdota a parte, si bien es cierto que no le dedicamos mucho tiempo a Yakarta, sentimos que tampoco teníamos que dedicárselo. Encontramos la ciudad bastante sosa y de grandes dimensiones. El resto del país nos estaba esperando.


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