1300Km o más a dedo por Sumatra 5


Cuando buscas qué ver en Sumatra la mayoría de puntos de interés, además de Padang Bay que está en el sur, se encuentran al norte del lago Toba. Eso nos situaba en la situación de tener que hacer más de 1300 Km desde el lago toba hasta Palembang, donde cogeríamos el avión a Malasia. Teníamos 6 días pero no sabíamos donde parar y no queríamos hacer el viaje de 28 horas en bus porque ya llevábamos muchos palizones en el país. Además, después de nuestras experiencias, un viaje de 28 horas significa hacer todas esas horas seguidas, sin cambiar de conductor (alabada sea la fortaleza que permite a los indonesios conducir tantas horas seguidas) y con una o dos paradas a los sumo.

Considerando todo eso decidimos hacer el viaje a dedo y parar allí donde las circumstancias nos llevasen, era la mejor manera para adentrarse en la “Sumatra profunda”. Así pues después de nuestra estancia en el lago Toba nos situamos junto a la carretera para empezar el periplo.

Las carreteras de Indonesia son un espectáculo, a falta de un término mejor, y haciendo autostop parece que nos ha pasado de todo. Además, a lo largo de la ruta vas viendo coches siniestrados sobre pedestales hasta que deduces que esos “monumentos” son la mejor manera de recordar a los conductores que conducen como locos y que es un milagro que la esperanza de vida en Indonesia sea tan alta teniendo en cuenta como conducen.

En el último vehículo

En el último vehículo

También hemos descubierto que Indonesia tiene petróleo y gas, por lo que es un misterio como es posible que, a nivel de país, la riqueza de estos recursos no se vea en ningún sitio. Incluso la ciudad donde se aloja la sede de SAFRON, compañía petrolifera, parece una ciudad algo decadente. Es un poco chocante comparado con otros países con petróleo como Emiratos Arabes Unidos.

Igual que desde el avión llegando a Sumatra vimos muchísimas palmeras. La sorpresa fue que no son bosques ni selva, son plantaciones. Parece que el 70% de la población de Sumatra vive del “Dani”, que es la palabra Indonesia para designar el aceite de palma. Lo que no son palmeras son bosques para fábricas de papel que importan el producto a China, Singapur o Tailandia. Así, de alguna manera curiosa, gran parte de Indonesia parece estar vendida a inversores privados. Suponemos que por eso nos llevamos la impresión de un país rico en recursos pero pobre en dinero.

En la ruta

Empezábamos cogiendo el ferry desde Tuk-Tuk a Parapat, en el Lago Toba. Una vez allí, sólo teníamos que andar unos 5Km hasta la autopista y cruzar los dedos. Un buen hombre intentó ayudarnos explicándonos que podríamos coger el bus y cuando vio que no teníamos intención de cogerlo se empeñó en explicar a todos los conductores que nos paraban que estábamos locos por no querer ir en autobús (eso nos parecía al menos). Finalmente nos cogieron unos chicos que aunque algo sorprendidos aceptaron llevarnos 50Km en el remolque. “Dos bules en el remolque? Pero si son ricos”.
Después de la furgoneta conseguimos un coche que nos hizo 4 horas hasta Rantauprarat, donde fuimos la atracción turística de todo el mundo.

Disfrutando del viento en nuestro primer vehículo

Disfrutando del viento en nuestro primer vehículo

Mientras pedíamos un Martabak, la famosa crepe que descubrimos en Sumbawa, la gente de las tiendas se daba codazos para ver el paso de dos Bules y que los otros no se perdiesen el espectáculo. Eso sumado a los indiscriminados “Hei Misterrrr” (indistintamente para hombres y mujeres) hace que no te sientas muy cómodo. En Rantauprarat se trataba sólo del preludio de lo que nos esperaba. Estos gritos van aumentando de volumen hasta que te dignas a dirigirles un saludo y una sonrisa. Te sientes famoso, y para ellos lo eres, porque eres blanco.

Al día siguiente pretendíamos llegar a Pekanbaru pero al final del día estábamos todavía muy lejos de la gran urbe, tanto como 130 Km, pero había sido un día estupendo e increíble.

Un día estupendo e increíble

Nuestro segundo día haciendo autostop fue un día de esos en que todo sale bien y empiezas a creer que la gente del mundo es maravillosa, al menos hasta que te la vuelven a meter doblada.

A primera hora de la mañana nos recogían dos chicas con la música chumba-chumba tan fuerte que el coche parecía una discoteca ambulante, al final resultó que eran hermanas. Nos insitieron tanto en que fuesemos a su casa que terminamos allí haciendo un segundo desayuno a base de salchichas de ternera, patatas fritas con salsa de chilli dulce, te de manzana y café indonesio. El primer café Indonesio realmente bueno que probábamos después de casi dos meses en Indonesia. No sabemos por qué, pero en los restaurantes, hoteles y barcos de buceo tienen por costumbre hacer un cafe horrible con 3 dedos de poso.

Roser con las dos hermanas, la madre y una curiosa

Roser con las dos hermanas, la madre y una curiosa

Después de la comida nos despedimos rechazando varios ofrecimientos de cama, ducha y tuk-tuk que nos querían pagar. La mujer puso tal cara de pena cuando se despidió de Roser que a mi se me rompió un poquito el corazón.

No habíamos esperado ni 10 minutos que ya estábamos en una furgoneta para hacer 15Km más, Roser dentro y Dani en el remolque porque no había sitio delante. El hombre fue encantador, nos trató de maravilla e incluso se preocupó de asegurarse de que cuidaba a Roser y la quería lo suficiente. Antes de coger la furgoneta, sin embargo, tuvimos que movernos varias veces porque resulta que las ofertas de ayuda de los indonesios suelen imposibilitar cualquier oportunidad de parar un coche, y si por un casual logras pararlo, será imposible hablar y hacerte entender por encima de los gritos de tu ayudante que pretende contarles a los del vehículo todo lo que él ya sabe.

El conductor preocupado de si cuidaba suficiente a Roser

El conductor preocupado de si cuidaba suficiente a Roser

Finalmente, el hombre de la furgoneta nos hizo 75Km porque no encontró ningún buen lugar donde dejarnos y luego todavía nos pedía perdón por no habernos llevado un poco más. Una vez nos dejó, descansamos un poco y andamos unos 5Km bajo un sol de justicia porque el buen sitio para dejarnos era cerca de la ciudad. Al final, muy deshidratados y agotados por el intenso calor, nos recogió un hombre que nos hizo varios kilómetros y que nos permitió parar en un super a comprar agua.

Al final como la jornada era muy larga y la cantidad de kilómetros que todavía teníamos por delante se nos antojaba imposible decidimos seguir y un camión cisterna nos recogió. Todavía no sabemos si fue una bendición o una maldición. Nos un buen camino hasta el desvío a Dumai, pero la conversación fue rara, la velocidad casi inexistente e hicimos varias paradas. También tuvimos que presenciar como el hombre cambiaba la tarjeta SIM de un móvil a otro mientras conducía o ver cómo conducía hablando por teléfono, bebiendo té y fumando. Todo a la vez. Al menos tenía la decencia de dejar el teléfono mientras cambiaba de marcha. En un momento dado unos hombres en la carretera, en medio, nos obligaron a parar. Ya por las pocas ganas del conducto de parar y por su cara dedujimos que algo no iba bien. Cuando los tres hombres se colgaron del camión terminamos de confirmarlo. No sabemos cómo se lo manejó el camionero pero salió sin pagar un duro, que nosotros viésemos. A nosotros ni nos tocaron, sólo nos preguntaron si éramos estadounidenses, cuando les dijimos que no, su curiosidad pareció saciada y nos dejaron en paz. Al marcharnos, el camionero nos informó que eran mafiosos y que llevaban pistolas. Hay que ver lo que tienen que pasar los pobres camioneros en Indonesia.

Después del trayecto en camión no teníamos ganas de repetir, por mucho que el conductor trató de que nos montásemos en otro camión hasta Pekanbaru, así que tratamos de llegar por nuestra cuenta. En 10 minutos estábamos en un coche a Duri. La mujer que nos paró trabajaba en un hospital y nos dijo que cada hacía el trayecto a una ciudad vecina a trabajar, aunque a juzgar por como conducía, era un milagro que pudiese seguir haciéndolo. Sólo un indonesio puede cometer la temeridad de adelantar detrás de un camión que ya está adelantando en una curva que se encuentra en un cambio de rasante sin visibilidad.

Duri: un ángel de la guardia y dos famosos firmando autógrafos

La búsqueda de hotel en Duri no fue nada sencilla. La oferta era escasa y muy cara y se nos hizo de noche. Ya pensábamos que tendríamos que dormir en un Indomaret (supermercado 24 horas indonesio) cuando se bajó la ventanilla de un coche. “Do you need some help?” (Necesitais ayuda?) Creo que lo que más nos sorprendió fue el perfecto inglés. Le dijimos a la chica que buscábamos un hotel y nos dijo que estábamos frente a uno, aunque era carísimo. La cara que se nos debió quedar debía ser increíble porque nos invitó a su casa.

Compartiendo mesa con Ifa y su madre

Compartiendo mesa con Ifa y su madre

Parece ser que pese a la importancia económica de Duri, todo el mundo da por hecho que es un ciudad horrible, porque tanto la mujer que nos llevó en el último tramo como esta chica no podían dejan de preguntarse una y otra vez qué leches habíamos visto en Duri. La primera nos preguntó tantas veces si veníamos por trabajo que llegamos a pensar que era de inmigración. La chica que nos invitó a su casa resultó que había viajado de mochilera, y alguna que otra noche la había pasado en estaciones, autobuses y aeropuertos, y no estaba dispuesta a que a nosotros nos pasase lo mismo mientras ella tuviese casa.

Con la famiília al completo

Con la família al completo

Los padres de la chica, Ifa, son de una família musulmana muy conservadora y tienen una escuela Islámica. Ifa nos llevó a su escuela/casa y tanto ella como su família nos acogieron maravillosamente bien. Fue una experiencia muy bonita, preciosa, seguramente una de las mejores del viaje. Es difícil de expresar lo agradecidos que estamos a Ifa, por la mañana nos pidió que diesemos una charla motivacional a los niños de la escuela sobre la importancia de estudiar inglés. Ella aderezó muchísimo nuestras palabras pero a los niños les hizo mucha ilusión ver a dos Bules que “habían ido” a hablarles a ellos. Nos cantaron dos canciones, una de ellas una versión muy afrutada de Frère Jacques. (Watermelon, watermelon, pinnaple, pinnaple, I eat avocado, I eat avocado…).
Al final todos nos querían dar la mano y saludarnos. Después de las fotos y selfies con todas las profesoras, nos vimos rodeados de niños y niñas que querían tocarnos y se desató la locura cuando se les ocurrió pedir autógrafos. Tanto que nos tuvieron que rescatar de la marabunta de niños. En Indonesia no hay nada como ser extranjero para saber como es la fama y como se sienten los famosos. Costó un buen rato despedirse de los niños y la família pero finalmente Ifa nos llevó a la estación de bus y aunque nos supo muy mal rechazar el autobus seguimos camino para poder seguir con el autostop.

Firmando autografos a los estudiantes

Firmando autógrafos a los estudiantes

Hasta Pekanbaru: cayendo en la trampa

En seguida nos paró un coche para llevarnos a Pekanbaru. Le dijimos la palabra mágica, numpang, que significa “pasaje gratis” y que habíamos aprendido del blog de los chicos de Marcando el polo y hasta entonces nos había funcionado. El hombre aceptó. Paramos a comer y dado que nosotros ya habíamos comido no comimos nada, pero todo seguía bien. El hombre no era muy hablador y los otros pasajeros tampoco pero seguimos en el coche. Al cabo de un rato el conductor se desvió a una carretera secundaria para recoger unas cosas y cuando ya estábamos lejos de la autopista, nos informó de que no nos iba a llevar gratis. Que si no le pagábamos nos podíamos bajar allí mismo y tratar de parar otro coche. No había nada. Nos dolió mucho y nos enfadamos muchísimo porque encima se cachondeaban por los retazos de conversación que podíamos ir entendiendo. Nos dolió todavía más porque hasta entonces todos los que habían querido dinero lo habían dejado claro desde el principio con lo que podíamos rechazarlo. Este nos la jugó bien jugada. Además de tener que pagar, tuvimos que hacer ruta por la ciudad entregando cartas, paquetes y dejando a los otros pasajeros. Finalmente nos dejó donde le dió la gana, eso sí, en medio de la ciudad.

Parada para cargar ladrillos

Parada para comprar ladrillos

Cuando pudimos salir de Pekanbaru, eran más de las 3 de la tarde por lo que parecía claro que ese día no avanzaríamos mucho. Por suerte nos recogió un transportista que volvía a casa y nos llevó hasta Kerinci, un pueblo cercano y que estaba en nuestro camino. Nos buscó un hotel barato, se registró por nosotros, se necesitaba un DNI indonesio, y nos llevó a cenar a un restaurante típico de su tierra (Banda Aceh). Le invitamos a cenar porque se había portado estupendamente con nosotros y al despedirnos nos dijo que al día siguiente podíamos seguir ruta con él. Podríamos ir con él unos 130 Km. Después del día que habíamos pasado aceptamos enseguida.

La cuenta atrás: 670 Km en 2 días

Empezamos tarde, porque el hombre que nos llevaba no salía hasta las 10. Se presentó en nuestro hotel algo más tarde de la hora convenida y nos dijo que debía cambiar de vehículo, así que ese día empezábamos todavía más tarde. Luego 5 paradas en los primeros 20Km nos hicieron pensar que ese día no llegaríamos nunca. Al final, sin embargo, recorrimos los 130Km prometidos y nos despedimos del conductor. Estábamos en la carretera y por tanto nos fue fácil parar otro coche que nos hiciese cerca de 100Km. Lo único malo de este segundo coche es que agotó la batería de nuestro móvil dado que los chicos no hacían ningún esfuerzo por hacerse entender o por entendernos y que nos dejó en una aldea donde se nos antojaba difícil poder parar a nadie. Además nos pararon a las 4 y nuestra hora límite (autoimpuesta) para hacer autoestop eran las 5 de la tarde. Por suerte nos paró un abogado de vuelta a casa que nos hizo algunos kilómetros, pero que nos dejó de nuevo en medio de la carretera, en medio de la nada. Por lo visto, en el recorrido de Kerinci hasta Jambi, donde pretendíamos llegar ese día, no tenía nada, sólo campos.

Ya pensábamos refugiarnos de la lluvia en un cuartelillo de la policía, cuando nos paró un camión que iba hasta Yakarta. Yakarta nada más y nada menos. Nos faltaban unas 5 horas hasta Jambi y no nos gustan los camiones indonesios, pero estábamos en medio de la nada y la promesa de llegar y parar en la puerta de un hotel nos hizo subirnos. Fueron muy majos, conductor y acompañante, pero enseguida quedó claro que tardaríamos a llegar. Pararon a cenar y nos apuntamos con ganas, pero después de la cena y dos horas más de conducción al conductor se le cerraban los ojos. Paró en un bar en la carretera y conductor y ayudante se fueron a dormir sobre unas tablas de madera, dejándonos a nosotros la cabina del camión.

Este fué el camión que nos recogio

Este fue el camión que nos recogió

A las 5 de la mañana emprendíamos la marcha de nuevo y llegábamos a Jambi cerca de las 7 de la mañana. Nos acercamos a un AlfaMart(una cadena de supermercados muy famosa en Indonesia) y echamos allí un buen rato desayunando, descansando y en el caso de Roser rompiendo sus gafas. No, no lo hizo a drede, las estaba limpiando cuando se quedó con un cristal en cada mano. Por suerte, estábamos sentados en las mesas de un super, así que compramos super glue y las enmendamos como buenamente pudimos.

Con el estómago lleno y las gafas torcidas, nos volvimos a la carretera e hicimos autostop desde la propia ciudad, porque Jambi es una ciudad enorme. Varios vehículos nos hicieron cortas distancias hasta sacarnos de la ciudad y una vez fuera, enseguida estuvimos montados en el coche de un jefe con uno de sus trabajadores que se ofrecían a llevarnos hasta un pueblo a 100Km de Palembang nuestro destino final. Perfecto, allí que vamos con ellos. Fueron muy agradables y sabían algo de inglés, lo que sumado a nuestro poco indonesio hizo que pudiésemos comunicarnos. Hay que decir que en estos días haciendo autostop, nuestro indonesio mejoró muchísimo, lástima que ya fuese al final. Comimos con ellos en un restaurante magnífico donde nos pusimos las botas a un precio muy razonable: sopa de verduras, arroz y 10 brochetas de pollo con salsa de cacahuetes.

Comiendo un estupendo Sate

Comiendo un estupendo Sate

Después de despedirnos de estos chicos tardamos apenas 10 minutos en subir al que sería nuestro último coche, esta vez directos hasta Palembang. Habíamos llegado a tiempo y sin autobuses, conociendo de paso sitios de la isla en los que de otra manera no hubiésemos pasado y llevándonos el buen recuerdo de toda la gente que nos ayudó por el camino. Muchas gracias!


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