El desierto de Atacama


Nuestro viaje por Chile era incierto, la revolución estalló a pocos días de tener que empezar la ruta y dejamos todos los planes en el aire en espera a lo que tuviese que pasar. Lo único que teníamos claro, tanto que compramos un vuelo, es que nuestra andadura por Chile empezaría en Atacama. Si la cosa no estaba bien o seguía el toque de queda, desde allí podíamos ir a Argentina o Bolivia sin problemas. Por suerte no fue necesario.

San Pedro de Atacama

Llegamos a Calama sin nada planificado pasado el mediodia y allí pagamos la novatada. En pleno puente del 1 de Noviembre, fiesta de difuntos, todo estaba lleno. Nuestra intención de alquilar un coche se nos encareció muchísimo y si lo cogimos fue solo porque hicimos cálculos y salía algo más barato que viajar a San Pedro y allí contratar tours que nos llevasen a los sitios.

Entre que nos lo pensábamos, esperábamos el coche y hacíamos todos los trámites, llegamos a San Pedro a tiempo para una cena temprana que nos ayudaría a ajustarnos al nuevo horario. Aquella primera noche nos alejamos de las zonas de hoteles y restaurantes con wi-fi y cenamos cerca del campo de futbol, allí donde se acumulaban la mayoría de chilenos.

Iglesia de San Pedro de Atacama
Iglesia de San Pedro de Atacama

Después nos dispusimos a descubrir la ciudad, pues todavía había vida y la temperatura acompañaba. San Pedro es una ciudad bastante curiosa, con construcciones típicas de la zona hechas en adobe y el paseo por la noche fue bastante agradable.

Seguramente por la situación en la que se haya inmerso el país encontramos bastante gente reunida en la plaza del pueblo, hablando de política, sanidad y otros temas de interés. Esta sería una imagen que se repetiría más de una noche.

Durmiendo en el coche en San Pedro de Atacama, Chile
Desmontando la “habitación” a primera hora de la mañana.

Cuando el cansancio pudo más que la curiosidad, cogimos el coche y nos dirigimos a las afueras de San Pedro. Ya que nos habíamos visto obligados a coger un coche de gama medio-alta estábamos dispuestos a aprovecharlo. Hay que decir, que el coche, con los asientos totalmente reclinables fue un alojamiento más cómodo que alguno de los que vendría después.

El valle de la Luna

El primer día nos despertamos temprano, tal vez por la ilusión de encontrarnos en el mítico desierto de Atacama, y nos dispusimos a visitar uno de los valles más famosos: el valle de la Luna. Ya mientras desmontábamos el coche el sol empezaba a apretar y cuando llegamos a la entrada del valle, cerca de las 7 de la mañana, quemaba.

Punto de interés en el Valle de la Luna, Atacama, Chile
Punto de interés en el Valle de la Luna

Tras pagar la entrada preguntamos si era posible hacer el recorrido de 6km por el valle a pie y aunque nos aseguraron que era posible, nos lo desaconsejaron enormemente. Aún así, nos atrevimos a andar hasta una de las dunas de arena más grandes que vimos y pudimos experimentar en nuestras propias carnes el por qué del consejo. El desierto de Atacama es una región muy hostil. Cuando el termómetro marcaba apenas 14ºC, la sensación era de estar a unos 30º.

Frente a una duna en el Valle de la Luna
Frente a una duna en el Valle de la Luna

Dedicamos la mañana a recorrer el valle de la luna, descubriendo sus curiosas formaciones de sal, sus dunas, las formaciones rocosas y sobre todo la inmensidad de su silencio. Es un lugar muy hermoso, aunque en cierta manera uno tiene la sensación de que no es un lugar apropiado para las personas. No en vano dicen que es el desierto más árido del mundo.

Laguna Cejar

Después de una mañana en la que apenas vimos gente y tampoco ningún tipo de vegetación o rastro de humedad, decidimos ir a visitar algunas de las famosas lagunas saladas que hay por la zona. Antes, sin embargo, tocaba volver a San Pedro a reponer algo de fuerzas.

Flamenco en la laguna cejar
Flamenco en la laguna Cejar

Nuestro destino era la laguna Cejar, un conjunto de tres lagunas de agua salada en las que uno puede bañarse, pasear (aunque con el inclemente sol poco apetece), o ver flamencos.

La carretera, o más bien camino, que nos llevó hasta allí es todo un reto a menos que tengas un buen 4×4. El coche que nosotros habíamos alquilado no estaba nada mal, pero incluso así nos llevó casi dos horas alcanzar la laguna. Después del duro viaje, no tuvimos valor para negarnos a pagar los 10.000 pesos por persona (13€) que cuesta la entrada, aunque a punto estuvimos.

Flotando en el agua salada con los volcanes de fondo.
Flotando en el agua salada con los volcanes de fondo.

Nos comentaron que hay otras lagunas que son más baratas, pero esas no las visitamos. Nos conformamos con la laguna Cejar, que terminó por ofrecernos un rato muy agradable.

El agua estaba sorprendentemente fría y flotabas casi sin quererlo de la cantidad de sal que tenía, eso sí, nada más salir del agua volvía a notarse de nuevo el mordisco del sol. Con la sal sobre la piel además uno tenía la sensación de ser un jamón curándose al sol.

Atardecer en el valle de la Luna

La entrada al Valle de la Luna es válida para todo el día e incluye también la entrada a un mirador que permite ver todo el valle. Decidimos acercarnos por la tarde para ver la puesta de sol y parece que todos en San Pedro tuvimos la misma idea.

Durante todo el día habíamos estado prácticamente solos en medio del desierto. El silencio en algunos momentos era sobrecogedor. Al atardecer cambió, todos nos habíamos reunido en un mismo lugar. Uno que merece la pena, eso seguro. Todo el valle queda a tus pies y cuando el cielo se va poniendo rojizo parece que el valle podría llegar a albergar algo de vida.

Luego se levantó un viento increible que arrastraba arena y sal y te fustigaba la cara sin misericordia y el espejismo desapareció. El desierto de Atacama seguía siendo aquel lugar hostil que habíamos descubierto por la mañana.

Atardecer en el Valle de la Luna
Atardecer en el Valle de la Luna

Aguantamos hasta que el sol empezó a esconderse y corrimos a refugiarnos al coche, que de nuevo sería nuestro hotel. Volveríamos a aquel lugar, pero no al mirador sino a aventurarnos entre sus dunas y sus pequeñas montañas de sal. Es un lugar bonito sin duda, aunque en algunos momentos tengas la sensación de que conspira para echarte.

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