Después de un intenso inicio en el desierto de Atacama, los días que siguieron se nos hicieron algo largos. Nos quedaba muchísimo por ver, pero el desierto de Atacama es una enorme extensión de kilómetros y kilómetros de paisaje similar.
Imagino que años atrás sin móviles ni carreteras, el que se aventurase en él tenía que luchar además de contra el sol, el calor, la sal y la arena, con la monotonía y su propia cordura.
Nosotros visitamos los valles de Marte y Arcoíris además de algún otro rincón que encontramos en los distintos viajes por carretera. El valle de Marte ofrece un paisaje muy curioso y la oportunidad de ver a gente haciendo sandboard (tirándose por la arena con una tabla en los pies) y de recorrer la cresta de varias dunas de arena.
El valle Arcoíris por su parte ofrece cierta vegetación y una variedad de colores más allà de las distintas tonalidades de marrón. Pese a la belleza de ambos valles, la mordedura del sol cuando uno se escapa un poco de la sombra es inclemente.
Los pueblosA parte de las interminables extensiones de arena y sal, en la zona de Atacama hay diversos pueblos que viven de lo poco que puede ofrecer el desierto: la sal, los minerales y algún que otro cultivo. Lo bonito de estos pueblos es que tienen una arquitectura muy curiosa basada en la arcilla y que pese a todo, logran sobrevivir en un ambiente que no parece hecho para las personas. Visitamos varios de ellos y dejamos de lado otros tantos y es que igual que pasa con el resto del desierto, el aspecto de los pueblos termina haciéndose de alguna manera monótono.
Animales!Si algo rompió la sensación de monotonía de Atacama fue el encuentro con diversos animales. El primer día no habíamos tenido suerte, pero el segundo y el tercero, cuando la visión de grandes extensiones vacías empezaba a cansarnos, los animales nos alegraron el día.
Tuvimos la suerte de ver alpacas, llamas y guanacos, todos ellos de la família de los camélidos. No sólo eso, muchos de los que vimos eran salvajes, y de camino al valle Arcoíris incluso presenciamos una pelea a escupitajos entre dos alpacas.
Al final, los días en el desierto se nos hicieron muy largos y aunque no podemos negar la belleza del paisaje ni del silencio del desierto, fue el encontrar animales lo que rompió un poco la impresión de monotonía del lugar.