Nuestros planes después de una breve visita a Jakarta, pasaban por ir hasta Yogyakarta para ir a ver, además el día del cumpleaños de Dani, el templo de Borobudur: el templo budista más grande del Sudeste Asiático y que además está reconocido como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Con esa intención el día 3 de Julio cogiamos un autobus que nos llevaría en 12 horas hasta Yogyakarta. Habíamos probado también con el tren pero no quedaba ni un solo asiento debido al Idul Fitri, la celebración del fin del Ramadán, que supone un éxodo masivo desde Jakarta a otras partes de la isla de Java.
Nuestro viaje en autobus ya empezó con mal pie cuando a las 8 de la tarde, la hora a la que se suponía que debía salir el autobus, este todavía no había llegado a la estación. Por lo visto iba con retraso. Acabó llegando a las 23:30 en medio de una tormenta de espanto. Para entonces ya nos habíamos hecho a la idea de que no llegaríamos antes del mediodía a Yogyakarta y estábamos tratando de explicar a unos Indonesios que Cataluña forma parte de España y que el Barça y el Madrid, pese a la rivalidad, juegan en la misma liga y son equipos del mismo país. Ni que decir que éramos los únicos ‘Bule’ (extranjeros) en la estación cosa que hizo que nos cuidasen bastante y pasamos un rato muy agradable amenizando la espera.
Cuando despertamos por la mañana después de toda una noche en el autobus nos dimos cuenta de que estábamos completamente parados en caravana. Era algo que ya esperábamos, y en nuestro ingenuo pensamiento pensábamos ‘llegaremos por la tarde y no podremos ver los templos hasta el día siguiente’. Pero siendo precavidos habíamos comprado un desayuno abundante por si teníamos que picar algo a la hora de comer.
Todavía no habíamos descubierto lo ilusos que éramos. Lo descubrimos instantes más tarde cuando Roser, hablando con la única chica que chapurreaba inglés del bus, se enteró que éramos los únicos que no teníamos ni idea de que ese viaje iba a durar entre 2 y 3 días.
Aunque pueda parecer muy duro, y lo es, fue mejor de lo que pensábamos. Ibamos andando con los otros “habitantes” del autobus, haciendo un te o comiendo en alguno de los miles de puestecitos que habían crecido como setas en los márgenes de la carretera especialmente para la ocasión. Cuando nos cansábamos de andar nos sentábamos a esperar al autobus. El primer día avanzamos sólo 20Km. Pese a eso nos lo tomamos con filosofía. No quedaba otra opción.
Por las mañanas te lavabas en los baños que las casas ponían a disposición de los que estábamos parados en el atasco o en los pozos de algunos jardines. Luego, durante el día se trataba de matar el tiempo de una u otra manera. El rato más divertido, quizás fue enseñar a jugar al UNO a unos cuantos del autobus mientras ellos nos enseñaban a nosotros los colores y los números en indonesio como si fuésemos niños pequeños.
Al final terminamos haciéndonos muchas fotos que no sabemos si nunca llegaremos a tener con los pasajeros del bus y a parte de las 76 horas que tardamos en llegar a Yogyakarta y el cansancio acumulado, fue un gran viaje. Se coloca además como el viaje más largo que hemos hecho hasta ahora en un mismo vehículo y esperamos que lo siga siendo durante mucho mucho tiempo.
Vaya mal rato pasasteis, la impotencia de no poder avanzar. Besos
Al final las personas del bus nos acogieron tan bien que nos lo hicieron pasar rápido 🙂