Las perlas de Halong 4


Cuenta la leyenda que hace muchos años unos marineros vietnamitas fueron expulsados y atacados por las gentes del norte. Ellos se encontraban en aguas abiertas y no tenían un lugar donde poder resguardarse de los ataques. Entonces, rezaron con mucha fuerza a su Dios y este les envió una dragona para salvarles. Esta dragona de una tamaño inimiginable, portaba sobre ella una collar de perlas. De repente, sin quererlo, el collar se le partió y las perlas cayeron al mar fuertemente. Los marineros pudieron salvarse del ataque de los invasores y estas perlas permanecieron allí para el resto de la historia.
Estas perlas ahora están algo viejas y con un poco de musgo, y forman lo que conocemos como la bahía de Halong. Esta es su historia.

Qué paisaje más idílico!

Qué paisaje más idílico!

La bahía de Halong es uno de aquellos lugares preciosos del mundo en los que te gustaría no ir en un tour organizado para poder saborearla poco a poco. Como perlas esparcidas por el mar, vas descubriendo este paraíso declarado Patrimonio de la UNESCO. La bahía está formada por 1969 islas, la mayoría son formaciones rocosas y solo una de ellas es habitable. Al montarte al barco ya las ves a los lejos, y a los 30 minutos de que este zarpe ya las tienes bien cerquita. Con un sol espléndido dejas atrás la silueta de estas salvajes montañas. Una parada por la tarde para ver la cueva más grande de la zona, te hace estar un rato en tierra firma. La cueva no es mucho más impresionante que otras que hayamos visto, pero la iluminación y la formación de algunas estalactitas hacen que tenga mucho encanto.

Puesta de sol en la bahía

Puesta de sol en la bahía

De vuelta al barco, un poco de fruta fresquita y un vino que sabe a rancio inicia una de las puestas de sol que nos llevamos guardadas en nuestras retinas. La gente es amable, simpática e interesante, hay buena música y un cielo que apunta que será bien estrellado por la noche. Entre cerveza y cerveza de barril, acabamos cantando con el guía. Un chico de 25 años, que estudió inglés en la universidad y se dedica al turismo. Nos cuenta que tiene un sueldo de 300$ al mes, con eso se ha de pagar el alquiler y, cuando puede, enviar una parte del dinero a su familia. No está agusto en Hanoi, a él tampoco lo tratan bien sus compatriotas. Aún así, sabe como buscar los recursos para sobrevivir.

A la mañana siguiente, bien temprano e incluso antes de desayunar, nos vamos con el kayak para poder contemplar las montañas desde cerca. Qué imponentes y bellas son cuando las tienes a tu lado. Cómo se sostendrán? Y si algún día caen? El paseo dura poco y a las 8 ya estamos desayunando y poniendo rumbo de nuevo a tierra firme. Al cabo de un rato podemos hacer ese curso de cocina tan esperado, que resulta ser algo frutasdo. Con la mitad de los pasajeros prestando atención al guía, los que estamos interesados, nos ponemos manos a la masa en la preparación del plato nacional por excelencia: los rollitos de primavera. A las 11 ya estamos comiendo, tenemos la sensación de no haber disfrutado suficiente de esas perlas que un día nos dejó la dragona. El “timing” del crucero nos molesta un poco, hay que disfrutar todos los momentos pero rápido: ahora el brindis, ahora la ducha, ahora la comida…

Vamos a ponerle imágenes a esta experiencia:


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